Mis ojos negros ven tus enormes ojos verdes: están tristes. Por primera vez veo en ellos ensimismamiento. Mis ojos negros, mis ojos rojos.
Cuando te veo reír pienso que siempre será así y te imagino ya caminando, ya discutiendo, ya preguntando cosas y cosas y te achinas y ocultas esos enormes ojos verdes que todos alaban. “¡Que lindos ojos!”. Todos me dicen eso. La alegría de verte sonreír todos los días se hace rutinaria, por que así son las cosas, nena, todo al final se vuelve rutinario, hasta tu hermosa sonrisa, solo cuando la dejas de ver recién te das cuenta de la fortuna que te rodea y la desgracia que es el no tenerla.
Te enfermaste por primera vez. Quiero que sepas algo Rafaella: tu eres muy fuerte, lo noté desde la primera vez que te vi, cuando llorabas y estrenabas tus pulmones, cuando veías todo desde tus primeros tres meses con esa mirada fuerte que tienes. Eres muy fuerte y no sabes, amor, tu papá siempre repite con orgullo: “ella es muy fuerte , es linda y fuerte”. Me llenas de orgullo y pensé que sería difícil que te enfermaras porque cuando solo tenías dos meses me enferme de gripe y no te contagiaste, también tu nana Rebeca y tu abuela Lilia se enfermaron y tu nada de enfermarte. Te enfrentaste todo el otoño e invierno sin nunca enfermarte.
Voy manejando rápido y con todos los sentidos concentrados. Estas pálida y sin alegría. Te llevo a emergencia. No sé lo que tienes, parecen gases. Entramos rápido, los doctores te examinan y me dicen que tienes muchos gases pero que eso es todo. Te veo sentadita en la camilla de emergencia, tus ojos verdes me miran, tus labios tienen una pequeña sonrisa, mis labios se alargan y sonríen, mis ojos negros se vuelven rojos , me acerco, te abrazo y te digo al oído con voz entrecortada “no me vuelvas a asustar así nena, no me a vuelvas a asustar”.
Gritas como loca, saltas y solo quieres bailar cuando llego, siempre te ríes y saltas de alegría pero esta vez que estamos de regreso a la casa no es así, estas callada y seria. Tus tías te vienen a ver, saben que te lleve a emergencia, se preocupan por tu viejo. Para ellas siempre seré su hermanito menor así ya tenga cuarenta. Te ven seria pero poco a poco vuelves a sonreír y de repente de la nada, vuelves a llorar y te decaes y te quedas fuera de ti. Tus tías no pueden ocultar su preocupación, yo tampoco, te calmamos y te duermes. Tu mamá llega preocupada. Ella y yo no sabemos aún la noche que nos espera vivir. Te vemos dormidita y no imaginamos siquiera que toda esa madrugada vas a estar vomitando varias veces, no nos pasa por la cabeza al verte dormir que a eso de las 4 de la mañana vas a tener fiebre y que no aguantaras nada en tu pequeña barriguita, que no podrás dormir nada por el dolor intenso que sientes, que no dormiremos nada esa noche de viernes. Te vemos dormir y pensamos que ya va a pasar, no lo imaginamos siquiera.
Amaneció y la fiebre se fue, pero los vómitos no y no se irán ni ese sábado ni el domingo. Tu mamá te lleva a tu doctor acompañada de tu abuela Lilia. Yo tengo que ir al trabajo, tengo que dirigir un casting, pero mi cabeza solo esta en verte sonreír en disfrutar de esa hermosa rutina de verte sonreír todos los días.
“Análisis de sangre y de orina, solo para descartar si es una infección. Todo parece unos problemas de gases pero mejor es descartar” nos dice el doctor y esa mañana me vuelves a demostrar lo valiente que eres porque cuando te sacan la muestra de sangre lloras muy poco. Me miras con esos ojos verdes llorando suave como diciéndome “cuando va a pasar” y yo miro la muestra y me parece mucha sangre y me peleo con el pobre enfermero porque soy un padre nuevo y así somos los padres nena, así somos.
Todo el día duermes y todo el día te veo dormir desde el monitor que tenemos en la sala, te veo dormir, haz seguido vomitando, ya no tanto, pero no vuelve esa sonrisa que tanto me gusta. Vemos los resultados y todo parece estar bien, no sabes el alivio que sentimos, esperamos que mejores, que descanses, pero los vómitos continuarán y otra vez verte dormir, solo verte dormir esperando que vuelva tu sonrisa.
El lunes llego a trabajar, estas mejor, estoy mas tranquilo y vuelves a vomitar. Quiero llevarte de nuevo a emergencia y tu mamá me pide que espere un poco más. Al llegar a almorzar te veo sentada jugando un poco decaída pero sonriendo, vuelvo a estar tranquilo.
Hoy jueves, después de casi una semana, estoy otra vez en el trabajo. Al irme te levantaste y saltastes al verme y reías como loquita y saltabas, ha vuelto la rutina que tanto amo.
el amor de padre es el único amor que aguanta la rutina sin darse cuenta... Qué maravilla debe ser eso ¿¿cómo será??
ResponderEliminarM.
PS: Te felicito, no solo xq la bebe está preciosa sino xq escribes con honestidad.
Gustavo como tu dices Rafaella es fuerte pero tu también debes serlo para ayudar a tu bebita a enfrentar la vida que es muy dura.Me gusta mucho tu relato e imagino el dolor que los padres sienten cuando sus hijos sufren no sólo cuando están pequeños sino adultos.Un abrazo para ti y Mary.
ResponderEliminar